El monasterio
Corriendo ya el siglo XIII, en un lugar ya entonces parcialmente sacralizado, en uno de los pasos de la montaña y uno de los más bellos entornos naturales de la provincia, la regla cisterciense levanta un edificio distribuido conforme a sus normas, que rigen la situación de cada habitación y sus usos, la vida diaria de los monjes en su propio decorado: la iglesia y el claustro, en torno al cual se sitúan las cocinas, el refectorio, la sala capitular, los dormitorios...
Comienza así la historia de una pequeña comunidad que progresa hasta albergar a reyes en el s. XIV, que inicia su declive en el s. XV y que acaba desapareciendo, andando ya la segunda mitad del s. XVIII. El proceso de desamortización del s. XIX y el progresivo abandono del lugar lo convierten en unas ruinas impactantes.
Ya en nuestros días y tras una larga serie de estudios arqueológicos, se han podido consolidar los restos de la dañada iglesia y las cimentaciones del conjunto monasterial: más que suficiente para reconocer esos espacios y sus viejos usos, y mostrarlos.